Al anochecer del día 7 de Diciembre, el pueblo de Jarandilla celebra la fiesta de Los Escobazos, declarada de Interés Turístico Regional, en honor a la Inmaculada Concepción.
El origen de la fiesta es incierto, aunque se puede asociar a los Autos de Fe o a la de los pastores que bajaban de la Sierra para celebrar la fiesta tras largos periodos de ausencia.Se acompaña a la procesión llevando haces de escobones envueltos en llamas y al paso de las plazas se encienden numerosas hogueras, algunas de ellas de considerable tamaño.Hombres, mujeres y niños siguen al estandarte -portado por el Mayordomo- a lomos de burros, caballos o mulos.
En torno a las siete de la tarde, la Plaza Mayor de Jarandilla se inunda de vecinos. Este es, sin duda alguna, el punto neurálgico de la celebración. Todos, pero especialmente los jóvenes, se concentran allí, portando sus respectivas escobas sobre los hombros.Es entonces cuando comienza la auténtica diversión. Cientos de escobones encendidos y miles de personas se enzarzan en una gran batalla de fuego, que a diferencia de cualquier guerra no deja vencedores ni vencidos.Los congregados empiezan a golpearse con las enormes antorchas. El arte de la cuestión está en saber esquivar los escobazos; una destreza nada fácil de conseguir, si se echa un vistazo al ambiente de la plaza: el gran número de entusiastas reduce al mínimo la posibilidad de salir completamente ileso.
Pero, por supuesto, como todo juego, este también tiene normas: están completamente prohibidos los golpes en la cabeza.
Otra cosa a tener en cuenta: no pretenda lucir en Jarandilla sus mejores galas si quiere ser parte de la emoción; su parada más vieja, una gorra y unos guantes son el atuendo ideal para un guerrero del fuegoVirgen de la Concepción.
Y no se quemaba La Virgen María,y no se quemaba La Vigen Maria.
¿Cómo pudo ser,como pudo ser?
Aquél que lo hizo .Bien lo supo hacer.
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